6/22/2015

Blight: Capítulo 49

Apoyé mi mejilla izquierda en las palmas de mis manos, que estaban frías a causa del contacto con la nieve. Rosie se preocupaba de mi pierna, de si me dolía. La verdad era que no sentía absolutamente nada en ella. No me preocupaba el dolor. Ya no. Me preocupaba el frío, y la noche. Estaba débil, inmovilizado, a unas temperaturas muy bajas. Con la caída de la noche no tardaría mucho tiempo en morir congelado. Luego estaba el peligro de los animales salvajes. No sentía nada en la pierna, era cierto, pero eso no evitaba que hubiese una posibilidad bastante alta de estar sangrando y atraer a animales.
Cerré los ojos. Estaba muy cansado. No sentía ya las manos, que estaban cubiertas por una gran capa de nieve. Notaba la mitad del cuerpo muerta. El frío hacía sumirme en el sueño, pero no me permitía cerrar los ojos. Sabía que si los cerraba me dormiría... y no volvería a despertar.
-¡Blight! ¡Blight, escúchame!-Levanté la vista y vi la cara de Rosie en una mancha borrosa. Su pelo se agitaba por culpa del viento. Tenía los labios amoratados, y parecía llorar, aunque no podía ver sus lágrimas con claridad.- ¡No puedo mover el árbol!
-Está bien...-La contesté, e hice un esfuerzo por sonreír para que no se preocupase, para que creyese que estaba bien.
Me costaba pensar. Empezaba a notar el dolor del frío por el cuerpo. Tal vez este fuese el fin. Y a lo mejor así fuese mejor para todos.
Rosie se quitó su abrigo y me lo puso por encima, luego hizo lo mismo con su jersey.
-No...-Dije en un susurro.- Morirás... de frío...
Me costaba hablar ya que mi mandíbula no paraba de moverse. Mis brazos también temblaban a un ritmo frenético.
-Voy a ir a buscar a mi padre Blight. ¿Me oyes? ¡No puedes dormirte?-me sacudió suavemente por los hombros.-Prométeme que no te dormirás. No cierres los ojos.
-No vayas...-La susurré.-A tu padre no...
-No pienso dejarte morir aquí.
-Espera... ¿Qué pensara... si ve... que has salido del Dist...?-No acabe la frase. Deje caer mi cabeza sobre mis manos de nuevo, y una lágrima se precipitó desde mi ojo derecho. Apostaría cualquier cosa a que se podía haber congelado en ese momento.
-¡Blight!-Chilló Rosie con verdadera angustia en su voz.
Cerré los ojos con fuerza y reuní la energía suficiente para elevar la voz y decir con firmeza seis palabras.
-Debes de buscar a Gardenia Blackwood.
-¿Qué?-Preguntó Rosie.
Intenté repetirlo, pero no me sentía capaz. Sabía que Gardenia podía ayudarnos. Había conocido a esa chica  en verano, y sabía que era valiente y con las ideas claras. Trabajaba con árboles, sabía cualquier cosa sobre el bosque mejor que nosotros. Ella podría resultarnos de mejor ayuda que el padre de Rosie, de seguro.
.¿Gardenia Blackwood?-Musitó Rosie.-¡Está bien! ¡Está bien! Pero mírame... Hey...-Rosie me levantó la barbilla y me hizo mirarla.-Aguanta diez minutos, ¿vale?
Asentí. Ella se inclino sobre mí y me dio un beso. Por un segundo volví a sentir calidez, pero éste se apago cuando ella se separó. Oí sus pisadas rápidas por la nieve alejándose y luego silencio.
Los primeros minutos intenté concentrarme en el dolor que el frío hacía que sintiese en algunas partes del cuerpo. Otras estaban completamente entumecidas. Luego intenté contar los segundos. Intenté pellizcarme para ver si el dolor me transmitía calor también.
Nada.
Intentaba no cerrar los párpados, pero me pesaban demasiado. Mire el cielo, que empezaba a tener un tono rojizo, los árboles, y entonces la vi. Cloe se volvía a aparecerse delante de mí. Seguramente estaba loco. O loco o a punto de morir.
No la hablé. No porque no quisiese, si no porque no podía. La miré tanto tiempo como pude, hasta que finalmente no pude más y cerré los ojos. Escuché un "¡NO!" y me pregunté si lo habría gritado Cloe. Es lo último que pensé antes de que la nada me envolviese.


Cuando volví a abrir los ojos ya no estaba en el bosque, a punto de morir congelado. Estaba en una cama, con un montón de edredones y colchas encima de mí. Me seguían pesando los párpados, notaba un dolor muy fuerte en la garganta y a pesar de todo, tenía frío. A parte, casi no podía respirar por culpa de la congestión nasal. Miré a mi alrededor y me mareé. Cerré los ojos y volví a empezar desde el principio. No sabía donde estaba.
Era una habitación pequeña, con paredes de madera, al igual que el techo, y el suelo. Parecía una jaula de madera. Enfrente de la cama había una puerta, y al lado, una cómoda con un jarrón azul que contenía flores secas.
¿Dónde estaba?
Intenté levantarme, pero el mareo volvió a mí. Me di cuenta de que no tenía mi ropa puesta. Noté como la sangre se juntaba en mis mejillas, y sentí calor en ellas desde hace mucho tiempo.
La puerta se abrió despacio, y una chica morena entró en la habitación. La reconocía,  era Gardenia Blackwood.
-¿Qué...?-Intenté decir, pero mi voz no se oía apenas. Ni incluso cuando intenté levantarla más.
-Al fin despiertas...-Susurró.-Sinceramente, todos pensamos que te ibas a morir. Estabas muy mal. Te encontramos con las pulsaciones tan bajas que en cuanto te dejamos con mi madre Rosie se desmayó.
-¿Cómo esta Rosie?-Pregunté.
-¡Qué más da! la pregunta es, ¿Cómo estás tú?-Gardenia se sentó junto a mí en la cama y me revolvió el pelo. No contesté.- ¿Tienes hambre? Te traeré algo para comer...
 La verdad era que no tenía hambre. La chica se levantó y salió de la habitación. Cuando volvió, un chico más o menos de nuestra edad entró con ella. Me quedé petrificado. Le recordaba perfectamente. Él había sido uno de los tres chicos que se había metido conmigo en verano, y habíamos acabado en una pelea. ¿Qué hacía aquí? Busqué mi cuchillo, pero no tenía ropa, ¿cómo iba a tener cuchillo?
-¿Qué hace él aquí?.-Pregunté con mi voz rota.

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